sábado, 9 de julio de 2011

LUCHA MAPUCHE: UNA CONTINUIDAD CENTENARIA: Hèctor Llaitul


El actual mundo globalizado persigue la homogenización de los mercados y como consecuencia y requisito la uniformidad política, social y cultural de las naciones. En este sentido mantener y profundizar la occidentalización tiene sentido para el poder de dominación. 


Héctor Llaitul Carrillanca*, en Le Monde Diplomatique

De esta forma el sistema capitalista ha dañado fuertemente el tejido social de las diversas sociedades y es en este contexto en que los pueblos originarios se plantean en confrontación a dicho sistema través del desarrollo de potentes procesos de lucha territorial y política que surgen desde la resistencia cultural que han mantenido a lo largo de décadas, inherente a su condición. 

Se trata de un proceso emergente y generalizado, asumido ya por la mayoría de los pueblos originarios los que han sobrevivido a la larga etapa colonial y neo colonial, en este caso la reemergencia nacionalitaria mapuche es la continuación de la resistencia centenaria de nuestro pueblo. 

Estamos hablando de una re emergencia nacionalitaria con un nuevo tipo de sujeto histórico que levanta proyectos propios de emancipación ancestral, un proceso nacionalitario que para los pueblos originarios, y para el pueblo mapuche en particular, se expresa en una progresiva afirmación identitaria y nacional, punto de consenso asumido por las diversas organizaciones que plantean reivindicaciones históricas lo cual nos ha permitido lograr algo fundamental para este proceso, que es, posicionar a la nación mapuche en el ámbito internacional. 

Es en este contexto que la Coordinadora Arauco Malleco (CAM) ha creído necesario asumir la bandera mapuche como elemento simbólico, sin embargo sigue planteando que es el territorio la condición básica para el ejercicio de nuestros derechos políticos sociales y culturales. Así se entiende que, de la lucha por la tierra, hemos pasado a demandar el territorio ancestral, por la restitución, reafirmación y finalmente la producción cultural de nuestro pueblo a través del ejercicio del control territorial, requisito esencial para la reconstrucción del pueblo nación mapuche y su liberación como tal. 

Afirmamos que no se puede plantear la identidad, y el sentimiento nacionalitario plasmado, solo en propuestas intelectuales, simbólicas y teóricas, si no contamos con una base material y objetiva que es el territorio. 

Tampoco estamos hablado de una demanda economicista como se planteó décadas atrás, cuando en América Latina los movimientos revolucionarios y de izquierda incluyeron a los pueblos originarios como campesinos sin tierra, dentro de sus procesos de lucha reconociendo solo su ambición económica para entender sus demandas. Contrario a ellos los procesos actuales desarrollados por nuestros pueblos se alejan de las conceptualizaciones occidentales. 

Es por esta razón que la izquierda debe superar sus propias barreras auto impuestas que insisten solo en valorar el potencial disruptivo de los movimientos indios, de la ideología indianista, y no de los valores culturales que en ellos están presentes para la construcción de sociedad más juntas y libres. 

El avance y características de estos procesos que llevan adelante los pueblos originarios no son uniformes, sino que dependen de los contextos económicos y políticos específicos, es decir, de los distintos niveles de confrontación con los intereses de los estados capitalistas en cada una de las regiones de este continente. 

De hecho, hace algunos años, los servicios de inteligencia estadounidenses advirtieron de los riesgos que para el capital criollo y transnacional implicaba los movimientos nacionalitarios de américa, lo que supone la disputa de territorios de gran valor económico e intereses geopolíticos cuestión que puso en alerta los intereses locales generando políticas de represión y criminalización para evitar que estas expresiones alcanzaran mayor desarrollo. 

Por lo anterior, es necesario comprender entonces que las matanzas en la Amazonía peruana, la violencia contra las comunidades aymarás en el alto Perú o Bolivia, en Colombia, en Argentina, y en nuestro caso la persecución y condenas a dirigentes mapuche por el Estado chileno no son reacciones aisladas, son la respuesta represiva a un nuevo pero ancestral proceso de emancipación de los pueblos colonizados del abya yala.
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* Dirigente Mapuche Huilliche, prisionero político del Estado chileno.
Publicado originalmente en la edición impresa Le Monde Diplomatique del mes de mayo 2011.