jueves, 1 de septiembre de 2011

UN SALUDO A LOS QUE LUCHAN: Entrevista con Jorge Escobar, preso político que cumple pena de extrañamiento en Noruega

Por Vicky Torres*

¿Cuándo y cómo llegaste a Noruega con pena de extrañamiento?
Estoy aquí desde el año ’94, mediante un decreto de extrañamiento firmado por Patricio Aylwin antes del traspaso de gobierno a Eduardo Frei. El gobierno noruego me otorgó asilo humanitario, gracias a una gestión de la CUT noruega. Somos tres los presos políticos de la dictadura que cumplimos aquí penas de extrañamiento: uno que fue expulsado el año ‘91 y los dos últimos que salimos de la cárcel al exilio en el año 1994. En Europa hay más de cincuenta presos políticos cumpliendo penas de extrañamiento: treinta y tres en Bélgica, un compañero en Finlandia, varios en Suecia y otros en Francia

¿Qué significa la pena de extrañamiento?
Para decirlo sintéticamente, la pena de extrañamiento ES una pena, es la prolongación de la cárcel. Significa cambiar la pena de prisión privativa de libertad por extrañamiento, lo que te permite moverte libremente en el país que te recibe, pero sin que puedas regresar a tu país. En mi caso, me conmutaron la pena de 25 años de cárcel por 25 años de extrañamiento. Como ya había cumplido 5 años de prisión en Chile, tengo que cumplir 20 años de extrañamiento. Es decir, podré regresar a Chile una vez que cumpla la totalidad de la pena, es decir, en el año 2014.

¿Han considerado presentar una solicitud para poder ingresar a Chile?
Aquí en Noruega no lo hemos hecho, pero sabemos que en Bélgica algunos compañeros hicieron gestiones en ese sentido. De resolverse favorablemente sería una decisión acotada a su solicitud, pero hasta hoy no han recibido respuesta. En marzo de 2009 viajé a Chile al enterarme de que mi madre se estaba muriendo de cáncer. Luego de estar dos días detenido en el aeropuerto internacional de Santiago, fui expulsado a Brasil. Finalmente, gracias a gestiones de abogados de derechos humanos, de monseñor Alfonso Baeza y de familiares y compañeros, obtuve autorización para ingresar al país durante 30 días.

En lo personal ¿desearías poder regresar definitivamente a Chile o sólo a visitar a tu familia?
¡Difícil pregunta! Hay que decir que, en cierto modo nosotros, al no tener la posibilidad de volver a Chile, tenemos que ir olvidándonos del país. No lo olvidamos, por supuesto, pero para poder funcionar en la realidad que nos toca vivir tenemos que no pensar en nuestro deseo de regresar. Entonces, desde esta perspectiva, tomamos distancia. Hoy no podría decir si quiero o no volver a Chile, ni siquiera me lo pregunto. Por eso no puedo decirte si quiero volver de visita o para quedarme.

¿Podrías extenderte un poco más sobre el tema del extrañamiento? Por ejemplo ¿qué significó el extrañamiento para ti y para los demás compañeros?
Aunque al principio no nos dimos cuenta, el extrañamiento es un desafío permanente -al menos para mí, porque sobre este tema cada uno habla desde su propia experiencia. Lo que sí puede decirse en general es que estamos cumpliendo una pena, que es un cambio de la pena de prisión por la de exilio forzado. No hay que olvidar que nosotros luchamos por acceder a la libertad en el país, que hicimos huelgas de hambre y que la mayoría de los presos políticos queríamos quedarnos en Chile. Eran pocos los que se planteaban salir al extranjero. El extrañamiento te saca de tu realidad, es un castigo, uno está cumpliendo una pena. Pero a la vez, esta pena de extrañamiento es la prolongación del castigo que implicó tortura y cárcel para todos nosotros. Es un castigo sobre todo para quienes no hemos dejado de pensar ni hemos abandonado los valores que motivaron la lucha popular, ese motor que nos transformó, que nos fue transformando como personas y como sujetos. Nosotros mantenemos esos valores y este gobierno, que es la prolongación del gobierno que nos envió al exilio, nos sigue castigando.

Cuando uno está en la cárcel, uno pierde la capacidad de realizar un análisis concreto de la realidad en sus aspectos subjetivos y objetivos. Intelectualmente es posible hacer análisis, teorizar, incluso plantear buenas teorías, pero uno no está presente, no está en contacto diario con la realidad como para poder aterrizar esos análisis y teorías en el plano de la política concreta. Lo mismo ocurre a nivel de las relaciones humanas, de las relaciones de pareja, de la relación con la familia, con los amigos, con el pueblo. En la cárcel todo eso pasa a la esfera subjetiva. En la cárcel hay otra percepción del tiempo, que ya no se mide en horas ni en días ni en años.

En tu opinión ¿Cómo mide el tiempo un preso político que está en la cárcel?
Por una parte, el tiempo se mide concretamente en lo más directo, que es la visita, el tiempo que transcurre entre una y otra visita. También se mide en hechos que van marcando etapas dentro de la misma prisión, por ejemplo, la construcción de organizaciones, las huelgas de hambre, la salida de la cárcel de algunos compañeros... Sin embargo, cuando uno mira hacia atrás dice: estuve preso equis años, pero no puede expresar exactamente las etapas de esos años que pasó en prisión.

Hubo muchas luchas dentro de la prisión ¿podrían ser éstas etapas que delimitan el tiempo en la cárcel?
Hubo luchas y también todo aquello que se generó en nuestro contacto con las organizaciones de apoyo, incluso con las luchas que seguían impulsando las organizaciones político-militares. También hubo hechos que sucedían a nivel de la política oficial, pero eran sólo hitos en el tiempo, sin la percepción temporal de lo que se vive en lo cotidiano. Con esto quiero decir que al no tener una percepción objetiva del tiempo te pierdes los procesos, lo que está ocurriendo fuera de la cárcel. Esa es la primera distancia que se establece entre el prisionero y la realidad social exterior.

Ahora, una vez que te sacan de la cárcel y te expulsan al extranjero, esa distancia se amplía mucho más, porque todos estos años que uno vive en otro país, ese espacio que se abre, esa brecha que se ensancha cada día que pasas aquí afuera, te distancia de la realidad exterior, que es lo mismo que viviste en la cárcel. Al no tener posibilidades de volver, tenemos que hacer nuestros análisis a partir de lo que escuchamos, de lo que leemos, pero sin tener ningún contacto directo con nuestra realidad.

Recuerdo que una vez me dijiste que la libertad se puede vivir independientemente de las realidades objetivas. Es verdad, uno puede vivir y experimentar la libertad aún estando prisionero, en el exilio, en la vida diaria. Pero esta distancia de la que estoy hablando y de cómo nos va marcando, no es fruto de una decisión personal. Es el gobierno el que exilia, que apuesta a cortar nuestros vínculos sociales y políticos, a convencernos de que estamos derrotados, que lo que soñamos no vale nada. Su objetivo es la derrota interior, que abandonemos las ideas y valores por los que luchamos.

Quienes trabajaron con los exiliados de la dictadura concluyeron que lo que el exilio destruye lo que la cárcel no pudo destruir. El extrañamiento es un castigo, porque al alejar al militante de su lucha, busca derrotarlo subjetivamente. En tu opinión ¿Qué importancia tiene la solidaridad para mantener vivos determinados valores políticos? ¿De qué manera la inserción política en una nueva realidad permite sobrevivir al extrañamiento?
Primero, creo que hay que estar conscientemente convencido, estar bien claro en lo que se estuvo, en lo que se está y en lo que se va a seguir estando. Como todo en la vida, es necesario ir profundizando constantemente tus opciones políticas. Segundo, la solidaridad es algo que se construye en todas partes. En la cárcel usábamos la imagen de trinchera. Uno estaba libre, después fue detenido y está la cárcel. En esa nueva realidad objetiva se abre otra trinchera de lucha, se sigue luchando y profundizando en las concepciones que se tiene de la sociedad. En el exilio ocurre lo mismo; al construir solidaridad abrimos una trinchera de lucha que nos ayuda a insertarnos en una sociedad que tiene una cultura, un idioma, una historia e incluso una estructura mental distinta, de tipo cartesiano. El trabajo de solidaridad nos permite seguir respirando como revolucionarios, continuar aprendiendo y profundizando en nuestras concepciones políticas, seguir construyendo puentes con las realidades que apoyamos desde aquí: la realidad de la prisión política, de los derechos humanos y en general las luchas del movimiento popular.

Se podría decir entonces que la cárcel no fue un accidente en la vida de los militantes de la resistencia antidictatorial y que los presos políticos no son víctimas.
En absoluto. La cárcel no fue un accidente y nosotros no somos víctimas. Podemos decir que tuvimos mala suerte, que no nos cuidamos bastante, que a veces incluso fuimos irresponsables y el enemigo sólo hizo lo que tenía que hacer. Nosotros tenemos que seguir aprendiendo y seguir haciendo lo que haya que hacer. El que nos hayan detenido, torturado y exiliado no significa que nos hayan derrotado definitivamente; en mi opinión, sólo nos derrotaron en una batalla, pero la guerra es permanente. Mientras en nuestros países exista el capitalismo subyugado al imperio del capital, la lucha continúa. A lo mejor seguiremos perdiendo batallas y ganando algunas, pero no cejaremos en empujar el carro de la lucha popular hasta la victoria.

Primo Lévi, sobreviviente de los campos nazis, escribió que frente a la experiencia del campo de concentración están aquellos que piensan que el campo fue un accidente en sus vidas y tratan de olvidarlo, aunque el campo sobrevive en su memoria a través de las pesadillas. Y están aquellos que llegaron al campo porque sostenían determinadas concepciones éticas, religiosas o políticas y trabajan activamente contra el olvido. ¿Dirías que los presos políticos con pena de extrañamiento también trabajan contra el olvido?
Se nos impone la condena del olvido, de un olvido marcado por una distancia objetiva. Cuando sales de la cárcel y llegas al país que te acogió, se produce un vacío de tiempo. Llegas a una realidad totalmente desconocida y se te pueden ir años y años hasta que al fin dices: estoy aquí, ¿y qué voy a hacer ahora? Aunque creas que estás claro, se te pueden ir tres, cuatro o cinco años en los que cada día te dices: voy a hacer esto y lo otro, pero casi no te das cuenta cómo vuela el tiempo, cómo se te van los días y los años.

¿Significa esto que es muy larga la llegada al exilio?
La llegada es larga, muy larga ¡y muchas veces el aterrizaje es forzoso!

Creo que eso pasa con la cárcel. Uno dice: si yo estuviera preso haría esto, esto y aquello, pero quienes han pasado por la experiencia de la prisión política dicen que la cárcel te anula en cierto modo. ¿Cuánto demoraste tú en aterrizar acá?
Diría que recién estoy aterrizando, que empecé a aterrizar como a los cinco años de estar acá. Es decir, estuve cinco años en una especie de tierra de nadie. Recién ahora puedo decir: estoy aquí, sé donde estoy, estos son mis puntos de referencia.

¿Y cuáles serían esos puntos de referencia para un exiliado político?
Primero, conocer la cultura en que estás para entender a la gente, conocer los aspectos históricos del desarrollo del país. Segundo, los amigos que uno va conociendo, que son como las huellas en ese mar agitado que es el exilio, escuchar sus consejos y aprender de la experiencia de los que llegaron antes. Y está el idioma, aprender el noruego, por supuesto, un idioma que es muy directo, muy estructurado, aunque la gramática es fácil. Primero aprendes a leer y a escribir, pero otra cosa es hablar, con decirte que a mí todavía me cuesta hablar noruego. Otro punto de referencia importante es el trabajo, la inserción laboral. La sociedad noruega ofrece muchas garantías para estudiar y trabajar. Hay trabajo para los extranjeros, aunque con ciertas limitaciones que puedes romper relativamente con el estudio.

¿Esos serían básicamente los puntos de referencia para aterrizar, o habría otros?
Hay más, por supuesto, un punto de referencia importante es no perder el contacto con tus raíces. Sin ese contacto vital vas a estar perdido. Yo no creo en las inserciones plenas, siempre hay una parte de uno que sigue estando allá, con la familia, los compañeros, la historia, el idioma, es decir, todo lo que se vivió allá… todo eso que se dejó atrás, pero que sigue estando y que, como sea, hay que mantener vivo.

¿Crees que algún gobierno revoque esta medida de extrañamiento?
No lo hizo ninguno de los cuatro gobiernos de centro-derecha de la Concertación, y dudo mucho que lo haga el actual gobierno de derecha. Siguen pasando los años y el castigo continúa para nosotros, luchadores de la resistencia antidictatorial. Cabe señalar que en la misma situación están los que salieron clandestinamente de Chile durante la dictadura, que tampoco pueden volver porque tienen procesos abiertos en las fiscalías militares.

Muy distinta es la situación de muchos violadores de derechos humanos que viven en Chile sin haber sido procesados ni condenados.
Ésa es una de las garantías de los vencedores. Ellos vencieron y la Concertación pactó la transición con los vencedores. Y mientras esta situación se prolongue, nosotros tenemos que seguir luchando para transformar y cambiar todo el legado de la dictadura. Para ello es necesario profundizar nuestros vínculos con el movimiento popular. Ésa debe ser siempre nuestra apuesta; lo fue antes, lo es ahora y no tiene por qué cambiar mañana. Hay que apostar a ese movimiento popular que potencialmente tiene la capacidad para transformar el conjunto de la realidad, incluida la realidad del extrañamiento, porque todas las realidades siempre son susceptibles de ser transformadas.

Quisiera terminar enviando un saludo cariñoso y fraterno a todas las compañeras y compañeros que no se rinden, que siguen trabajando en el ámbito de los derechos humanos, de los derechos políticos, de las demandas sociales. Vaya un fuerte abrazo para ellos y un saludo a sus organizaciones que, espero, sigan con esa fuerza que demuestran, con ese tesón que a nosotros, aunque estemos tan lejos, también nos alimenta. A seguir movilizados, que el futuro va a ser nuestro.

Gracias Jorge.

Gracias también a ti.

* Profesora, socióloga, activista de derechos humanos.